martes, 27 de marzo de 2018

Valor feminista: Sororidad

Si tuviese que elegir uno, sólo uno, de los valores feministas, sería la sororidad. Una palabra preciosa de la que se abusa, incluso antes de que quede claro en el imaginario colectivo que es lo que significa. Pero la sororidad tiene nombre, porque existe.

Cuando me ha tocado explicar que es eso de la sororidad entre mujeres, alguna vez he recurrido a compararla con la conciencia de clase entre la clase trabajadora. La falta de conciencia de clase, que enfermó con la invención de la clase media y fue herida de muerte con la traición de los sindicatos mayoritarios y de la élite política, es la que nos mantiene divididas permitiendo que el 1% de la población siga ganando la lucha de clases, esclavizando y matando a gran parte del resto de la población mundial. Y hablo en términos globales, porque vivimos en un mundo tan globalizado que resulta obsoleto no hacerlo. Pero hubo un tiempo, no tan lejano, en que la empatía entre la clase trabajadora era algo generalizado, y no "cosas de rojas" como lo es hoy en día. Entonces, si una fábrica con beneficios amenazaba con despedir a una trabajadora, no agachaban la cabeza y cruzaban los dedos para que fuese "otra" la elegida, sino que todas las trabajadoras se unían para defender el puesto de trabajo de la compañera. Bien, pues la sororidad, es esa empatía, pero entre mujeres. A diferencia, en lugar de estar en la fase decadente, a punto de la extinción, que sufre la conciencia de clase, la sororidad está en la primavera de su existencia: joven, inexperta, un poco verde, pero energética y luminosa.
Decía Flora Tristán que la mujer es el proletariado del proletariado. Doscientos años después, sigue siendo así. Da igual en que lugar del mundo hayas nacido, pobre o rica, seas consciente de ello o no, nacer mujer es una dificultad añadida a tu existencia. El feminismo lleva siglos diciendo esto. Que las dificultades son muy diferentes, incluso extremas depende del lugar del mundo en el que naces, tampoco es nada nuevo.  Que las feministas somos conscientes de que aún estando en el mismo lugar, ser inmigrante, racializada o salirse de la heteronorma, es una doble o triple opresión, esperamos haberlo dejado claro en la pasada Huelga 8 M, y seguimos trabajando para tejer puentes y deshacer nudos entre nosotras. Pero la sororidad, tal y como yo la entiendo, va mas allá del feminismo tal y como lo entendemos la mayoría. 
Por mi situación personal, mujer blanca, CIS, hetero, es fácil empatizar con la reivindicación de las mujeres que me rodean, que piden cobrar lo mismo que sus compañeros hombres haciendo el mismo trabajo. Es fácil reconocer la injusticia que eso supone, hasta para hombres y mujeres que no se identifican con el feminismo. Por mi sororidad, empatizo aún más con las miles de mujeres que viven en situación de semiesclavitud, trabajando para las multinacionales que visten a muchas de las que luchan, a mi lado, contra la brecha salarial. Por mi sororidad, mi conciencia como miembro de un colectivo oprimido, el de las mujeres, dentro de un colectivo oprimido, el de las trabajadoras, siendo el lugar en el que he nacido un hecho circunstancial, soy todas las sirias violadas varias veces en el camino buscando un refugio de las bombas y el terrorismo, con los que el país en el que a mi me tocó nacer, contribuye; Soy Ahed Tamini y todas las palestinas que resisten al genocidio Israelí, con el que el país en el que me ha tocado nacer contribuye; Soy todas las mujeres detenidas por rebelarse a la imposición del velo islámico en Arabia Saudí, un país con el que el Rey, Jefe del Estado en el que me ha tocado nacer, un hombre al que nadie ha votado, contribuye. Soy todas las africanas que se ahogan intentando llegar a las costas de la Unión Europea y soy las que sobreviven y son tratadas como personas ilegales, como si eso existiera. Y no me muero de vergüenza al pensar que quienes firman las leyes que permiten que todo esto suceda, gobiernan en la Europa que me ha tocado nacer, porque es tan circunstancial que yo haya nacido aquí, como que ellas hayan nacido allí. La sororidad es lo que me une a todas las mujeres del mundo; me crea lazos con aquella a quien no pongo cara ni nombre, pero por quien lloro y por quien río, por quien alzo la voz cuando silencian la suya; la sororidad es la que hace que otra grite conmigo, o por mi cuando yo me quedo sin fuerzas. 

La sororidad es el valor mas preciado del feminismo, pero también una gran desconocida, y hay que cultivarla más antes de enarbolarla tanto. Porque la sororidad, traspasa fronteras, y puede entrar en conflicto con tus privilegios como europea. 



En psicología emocional, se usa una fórmula para calcular el valor el humano: Es igual a la suma de las habilidades y los conocimientos de una persona, multiplicadas por su actitud.
 Tanto las habilidades, como los conocimientos o la actitud, se adquieren y se forman poco a poco a lo largo de la vida, pero la actitud no suma, multiplica. Es su forma de ser y no sus habilidades o conocimientos lo que valoramos en nuestra madre, en nuestro padre, nuestras hermanas y hermanos, amigas y amigos, familia, jefas, compañeras de trabajo, vecinas... La actitud de una feminista hacia otra mujer, hoy en día, debe pasar siempre por el filtro de sororidad. Porque no es el feminismo, (tan manido a estas alturas y tan lleno de connotaciones injustas, y de falsas aliadas que se agarran con la mano izquierda al feminismo y con la derecha al neoliberalismo que nos esclaviza,) lo que nos mantendrá unidas y fuertes, sino la sororidad. En un mundo tan globalizado, es necesario y urgente, para hablar legítimamente de lucha por la igualdad como lo hacemos desde el feminismo, tener en cuenta a todas las mujeres, da igual el rincón del mundo en el que se encuentren. Pensemos globalmente, actuemos localmente. Pero para ello tenemos que reeducarnos todas y cada una. Primero tenemos que deconstruir la competitividad con la que papá patriarcado nos ha educado. No es sencillo. Es mas fácil engañarnos, que conseguir que reconozcamos que hemos sido engañadas cuando todo se disfraza con el mito de la libre elección. Tenemos que convivir con las contradicciones que supone sobrevivir en el injusto sistema capitalista, entre compañeras, sin olvidarnos de que lo somos, estemos cerca o lejos.

"La que esté libre de patriarcado, que tire la primera píldora anticonceptiva"


Es la sororidad, la que nos hace sentirnos iguales bajo un mismo yugo, a pesar de nuestras enormes diferencias. Recurramos a ella, compañeras, para que no nos separen, ahora que nos hemos encontrado. Para seguir sumando.  

Yo estoy cada vez mas convencida de que la invención del feminismo neoliberal es a la lucha por la igualdad entre géneros, lo que la invención de la clase media significó para la lucha por la igualdad entre clases sociales. Pero hasta las feministas neoliberales, que hacen mas daño que bien a mi causa, son víctimas del mismo enemigo. Y es la sororidad, la que nos ayudará a no olvidarlo mientras construimos el mundo que queremos, esta vez con las mujeres. Entre todas, pensando en todas.
Un abrazo sororo,
Trama

No hay comentarios:

Publicar un comentario